El sonido de la explosión fue espantoso. Después vinieron gritos, horror y sangre. El sargento Salzman miro a su alrededor... El peligro había pasado. La explosión dejo cuatro soldados muertos; él estaba vivo pero, para su desesperación, noto que su brazo derecho había desaparecido, y la sangre brotaba como un chorro.
Semanas después, delante del espejo de pared del Centre Medico de la Armada Americana Walter Reed, empezó a entender su realidad. Tendría que aprender a vestirse, a lavarse los dientes y el rostro, con el brazo profético que le acababan de colocar.
Tuvo ganas de llorar. No por causa de la prótesis; estaba vivo, y aquel brazo lo había perdido luchando por su país, en la guerra de Irak. La vida, en la forma que fuese, era motive para agradecer a Dios.
¡Vale la pena vivir! Sin brazos o sin piernas. La vida continúa siendo vida cuando la esperanza palpita en el corazón. Y la esperanza no es una actitud mental. Conozco gente que, por más ejercicios de actitud mental que realice, acaba en la locura, la desesperación y la muerte. No puede convivir con su nueva realidad después de un accidente.
La auténtica fuente de esperanza es Jesús. Él te muestra una dimensión desconocida de la vida. El texto de hoy manifiesta que cuando aún éramos débiles, Jesús murió por nosotros. ¿Quiénes éramos nosotros? ¿Que habíamos hecho para merecer el sacrificio supremo de Jesús? Nada; éramos impíos, dice Pablo. Habíamos escogido nuestros propios caminos. Pero, Dios nos amó al punto de entregar la vida preciosa de su Hijo, por salvarnos.
La salvación involucra una actitud mental vencedora, aun en medio de las dificultades y las adversidades. Puede no haber sol, pero la esperanza cristiana te brinda la convicción de que el sol brilla por encima de las nubes.
Cristo asumió tu culpa. Pago su precio en la cruz, y te confirió el derecho de mirar los horizontes infinitos de una nueva vida, a pesar de la situación en que te encuentres.
Comienza hoy un nuevo día sabiendo que lo que te resta de vida es la oportunidad de escribir una nueva historia. Quita de tu cabeza la idea pesimista de que "ya nada volverá a ser como antes"; no necesita serlo: lo que paso, paso. Atrévete a escribir una nueva historia, recordando siempre que "Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón